lunes, junio 11, 2007

Kisling:"Ecos de Botticelli a la sombra de Modigliani".



 

Fueron muchos los artistas judíos que procedentes de Europa central y Rusia llegaron a París a principios del siglo XX. A Moise Kisling podría encuadrérsele dentro de la escuela expresionista judía junto a Pascin, Chas-Laborde y Modigliani. Kisling nació en Polonia en 1891, y murió en Sanary-su-mer 1953. Llegó a París en 1910 y se instaló en Montparnasse junto a otros artistas extranjeros. Se alistó en la Legión extranjera en la primera guerra mundial, fue herido y gracias a esto obtuvo la nacionalidad francesa. Estuvo también en la segunda guerra mundial, tras la cual marchó a Estados Unidos y expuso en Nueva York y Washington, viviendo en California hasta 1946 cuando vuelve a Francia y donde termina sus días. Su vida y obra están íntimamente ligadas a Amadeo Modigliani. Hizo un retrato de Zborowski, un poeta polaco que fue marchante de arte. Zborowski descubrió el talento artístico de Modigliani y también fue marchante de Soutine. El propio Modigliani llegó a realizar también un retrato de Zborowski. No fue Zborowski el único punto de confluencia entre Kisling y Modigliani, en realidad eran amigos, incluso pintaron un bodegón a dos manos. Modigliani hizo tambien en 1916 un retrato de Kisling, y es que Modigliani compartía andanzas en cafés y bares con otros artistas como Archipenko, Brancusi, Van Dongen, Vlaminck y el propio Kisling y de los cuales el italiano "maldito" hizo retratos realmente hermosos. Kisling -junto a Ortiz de Zárate y Zborowski- fue uno de los amigos que condujeron a Modigliani al hospital donde moriría trágicamente en enero de 1920. Evidentemente la obra de Kisling no puede aspirar a ocupar un espacio equivalente a la de Modigliani en la historia de la pintura, aunque algunos expertos redundan en admitir que la parte legendaria de la vida de Modigliani implica un peso específico del que nunca pudo "disfrutar" Kisling. Vaya, la gran faena para Kisling fue la de no ser un tuberculoso y un borracho. Esto es una exageración inoportuna e injusta ya que no pienso que Kisling tuviera el talento de Modigliani, es más, sospecho que Kisling no hubiera llegado a esas formas tan extraordinarias de no haber estado cerca de Modigliani. El papel secundario de Kisling en la historia del arte se percibe fácilmente cuando investigando la vida de Kisling uno se encuentra a Modigliani por todos lados, de forma que las referencias más directas al polaco se encuentran en pasajes dedicados a Modigliani. Algunos autores consideran a Kisling representante del llamado realismo mágico. El alemán Franz Roh fue el primero en utilizar este término en 1925 para definir el estilo del grupo Nueva objetividad, término a su vez acuñado por el crítico también alemán G. F. Hartlaub para definir el nuevo movimiento expresionista alemán después de los grupos El puente y El jinete azul, y caracterizado por su espíritu crítico y entre cuyos autores resaltan Beckmann, Grosz y Dix. El realismo mágico muestra a los objetos y las figuras con gran naturalismo pero con una serie de connotaciones paradójicas o contradictorias que dotan al conjunto de una irrealidad misteriosa. Artistas de dfierentes movimientos han adoptado este estilo y junto a Kisling podemos nombrar al belga surrealista Magritte, al incatalogable Balthus, al laberíntico Escher, y más recientemente a los españoles Antonio López y Cristóbal Toral. Kisling en sus comienzos estuvo muy influenciado por Derain y Vlaminck, realizando cuadros impresionistas con predominio de paisajes y bodegones. Luego depuró su línea y se inclinó por mostrar un expresionismo melancólico que lo alejaba de la brusquedad de la pincelada enérgica y desorbitada y de la representación torturada de las figuras de otros expresionistas y lo instaló en una tendencia más suave y afectada en la que yo aprecio evidentes ecos del maestro del renacimiento Botticelli. Si creían que ya no iba a aparecer más Modigliani en esta entrada se equivocan: Kisling realizó junto a Conrad Moricand la máscara mortuoria de Modi.

lunes, junio 04, 2007

El arte bruto de Jean Dubuffet.


A veces en la historia de la pintura aparecen artistas que pretenden acabar con el arte, se inventan los argumentos más rebuscados para intentar desmitificar el arte. Casos como el de los dadaístas o los propios artistas naif ya comentado en este blog e incluso como el del suprematismo de Malevich remiten a esta idea. Lo que ellos no sabían era que con esta actitud lo único que hacían era darle más importancia aún a los cánones existentes. Negando la formación académica y el pasado del arte no conseguían sino estar continuamente pendientes de éstos con el único fin de no incurrir en sus "errores". Y de esta forma, lejos de menospreciar el arte yo creo que estos artistas eran los auténticos deudores del gran arte tradicional, y casi siempre ha resultado que sus contribuciones a la historia de la pintura y del arte en general han sido más renombradas de lo que ellos seguramente hubiesen deseado. Uno de estos artistas fue el francés Jean Dubuffet, y para su desgracia figurará en los tomos de cualquier historia del arte (excepto en la de Gombrich, claro) como uno de los grandes autores del siglo XX. Dubuffet nació en Le Havre en 1901 y murió en París en 1985 y es uno de los pintores más personales y divertidos del siglo XX. Su estilo se mueve entre el dadaísmo y el expresionismo aunque siempre buscó un camino propio en lo que él denominó el arte bruto, un arte basado en experiencias de enfermos mentales y niños y totalmente opuesto a cualquier convención artística, en realidad fue instigador del anti-arte. "Más vale arte bruto que las artes culturales", llegó a decir. El asunto de la incorporación de motivos infantiles y de representaciones aparentemente infantiles siempre me ha resultado un poco sospechoso, sospechoso en el sentido de que normalmente suele haber algo más detrás de ese frágil e inocente infantilismo. Un adulto dibujando como si fuera un niño esconde una serie de amenazas y burlas que el espectador a veces no percibe. En el momento en que el artista nos hace pensar que eso lo podía haber pintado un niño estamos sucumbiendo ante su gran objetivo, la desacralización del arte, y en ese caso seremos más víctimas que verdugos de su obra, y también estaremos contribuyendo a construir un ridículo autorretrato desdeñando una obra por el simple hecho de que sus formas sean primitivas o infantiles. Aunque Dubuffet se interesó desde pequeño por la pintura siempre tuvo serias dudas respecto a su futuro como artista, de forma que dedicó gran parte de su vida al negocio familiar de viñedos y no fue hasta los 42 años cuando decidió dedicarse por completo a la pintura. Cuando Dubuffet pintó La vaca de sutil hocico, de la serie Vacas, pastos, follajes, en realidad estaba parodiando toda esa imaginería surrealista y mitológica de los minotaruos picassianos ya que nos presentaba a una vaca patética e inofensiva que tampoco tenía nada que ver con esos toros amarillos de Franz Marc tan apasionados. Dice Robert Hughes en su Impacto de lo nuevo: "El interés de Dubuffet en lo rudimentario, lo no examinado y lo embrionario equivalía a que los motivos confesionales -un rostro o un paisaje- fueran diseccionados en sus componentes menos nobles; los rasgos de un hombre se transformaban en un garabato de ojos reventones, pero su barba se elaboraba en un palacio de garabatos, impresionantes y triviales a la vez, mientras que un paisaje se reducía a una gruesa corteza de indiferenciada pintura sucia, que llenaba todo el lienzo menos la simbólica línea del horizonte". El escritor Georges Limbour dijo de Dubuffet que estaba dedicado a "rechazar todo conocimiento anterior... a inventar de nuevo su arte y sus métodos en cada nueva producción". En esos términos llegó a declarar el propio Dubuffet que: "No hay nada más común que la pasión por el arte". Y esta es una idea que me obsesiona porque siempre he considerado que el arte le importa un bledo a la gente, y que si sobrevive es gracias a no sé qué tipo de negocio seudo cultural y mercantilista que alimenta las cuentas de las aseguradoras y de los museos en puntos clave de determinadas rutas turísticas, por no decir de cualquier ruta turística. Su obra fue figurativa desde la caricatura y la deformación hasta la abstracción por el camino del materialismo. De esta búsqueda matérica surgieron las series Suelos y Terrenos, Pastas batidas, Celebración del suelo, Texturologías, Ensamblajes y el ciclo de las Materiologías. A veces pensamos que estamos ante un juego para niños pero en realidad son esculturas de Dubuffet de formas helicoidales de tres colores que se retuercen como puzzles a punto de desmoronarse. En 1962 realiza su serie de esculturas denominada L'Hourloupe donde formas aleatorias se entrecruzan configurando unas asociaciones de piezas que a veces nos recuerdan a una familia de setas y que terminan identificando escenarios completos y construcciones arquitéctónicas con paseantes incluidos. Resulta terrorífico o esperanzador, aún no lo he decidido, caminar por el boulevard St. Germain de París y ver en el patio de un edificio oficial una escultura hecha con pedazos que juegan a ser equilibristas y que desafían cualquier representación ornamental habitual, y que parece decir: "¿qué miras, reaccionario?".