martes, julio 17, 2007

Historias de Zurich (4): Dos Museos Picasso.


No, en Zurich no hay ningun Museo Picasso, pero en mi viaje a esta ciudad tuve la oportunidad de visitar dos museos Picasso, el de Lucerna, y el de Barcelona. Llegué a Lucerna un día lluvioso casi sin proponérmelo. Es cierto que tenía previsto ir a esta bonita ciudad medieval que dista 56 Km de Zurich, pero no aquel día precisamente -el tercero de mi estancia en Suiza. Uno de esos conflictos entre la razón y el corazón -es decir, no es lo programado pero algo me dice que hoy va a hacer un día precioso y neblinoso allí- que se resuelve comprando el billete y saliendo en el primer tren disponible hacia Luzern me llevaron a este pequeño y bonito museo Picasso. Como dice el folleto del museo, Picasso nunca estuvo en Lucerna. La conexión entre el pintor y la ciudad se establece a través de la familia Rosengart, unos coleccionistas de arte que ayudaron a Picasso y con quien entablaron una amistad durante décadas. Cuando la ciudad celebraba el 800 aniversario de su fundación, los Rosengart regalaron 8 obras maestras de Picasso, pinturas que fueron ubicadas en la Am-Rhyn-Haus y a las que se fueron añadiendo otras obras como dibujos, cerámicas, aguatintas, grabados, etc. Así, encontramos picassos de varias épocas, la Paloma azul data del primer período ceramista, los retratos de Angela Rosengart de los años 60, la versión de la Venus y cupido de Cranach es de 1949, e incluso Cabeza, de 1972, poco antes de su muerte. Actualmente las 8 obras maestras se encuentran en otro museo, la Colección Rosengart Luzern, a pocos metros del museo Picasso, y en el museo del artista existe una interesante exposición fotográfica a cargo de David Douglas Duncan, un fotógrafo estadounidense que lo retrató en diferentes situaciones cotidianas, con el perro, dibujando, comiendo, con Jaqueline, con sus hijos, etc. Ésta es la mayor muestra fotográfica sobre Picasso que nunca se ha reunido ya que consta de 200 fotos y después de presenciarla uno siente que detrás de un artista hay un hombre y que tan importante es conocer la obra de un pintor como su vida. Sin embargo no dejé de sentir rabia por el hecho de que las pinturas maestras estuviesen en otro museo y que no llegara a tiempo para poder verlas -el museo cierra a las 6 de la tarde, y a esa hora yo callejeaba por la ciudad buscando una fuente en forma de cara y unas escaleras escherianas que no llevaban a ninguna parte. En el trayecto de ida pasé un día en Barcelona, circunstancia que aproveché para ver el Museo Picasso y la Sagrada Familia, a la vuelta visité la fundación Tápies y el parque Güell, pero esa es otra historia. La cola de entrada al Museo Picasso de Barcelona era tan grande como la que se forma en el de Málaga los domingos últimos de mes que es gratis -es decir, unos cuarenta minutos de paciente espera escuchando a un trovador callejero cantando samba y con un ojo vuelto del revés. El museo tiene un cierto parecido con el de Málaga ya que también está conformado a través de varios palacios adyacentes restaurados para tal fin, y estos palacios son el Aguilar, Castellet, Meca, Mauri y Finestres, es decir, la ubicación de por sí ya es magnífica. "Con un fondo de más de 3600 obras, el Museo presenta en sus colecciones perídos ampliamente representados y que marcan los momentos álgidos en los que Picasso se relacionó más intensamente con la ciudad. El Museo Picasso tiene una colección de obra grabada y una sección de cerámica que cuenta con 41 piezas realizadas entre 1947 y 1965". A destacar el cuadro Las Meninas y toda la obra alrededor de esta inmortal versión del cuadro de Velázquez -¿o la obra inmortal era la de Velázquez?- a la cual dedican dos salas (15 y 16). La colección se va desarrollando desde los años en Málaga y La Coruña (salas 1 y 2), Barcelona (de la 3 a la 6), La primera comunión en la sala 7, Horta de Sant Joan en la sala 8, la época de Els 4 gats en la sala 9, París (sala 10), época azul en la 11, época rosa en la 12, cubismo en la 13, Barcelona 1917-24 en la 14, Las Meninas, Els Colomins en la 17, y cerámica en las salas 18 y 19. En resumen, un extraordinario recorrido por parte de la obra de Picasso. No obstante debo decir que, después de ver los museos de Málaga, París, Lucerna y Barcelona, el museo Picasso más completo puede que sea el de París -también ubicado en un hermoso palacio, por cierto. Hay otros museos Picasso como el de Antibes o el de la colección Eugenio Arias en Buitrago del Lozoya, pero éstos aún no he tenido la oportunidad de verlos.

jueves, julio 12, 2007

Historias de Zurich (3): Allora-Calzadilla.




Un sábado por la mañana se puede pasear por la zona noroeste de Zurich con total tranquilidad. No te preocupes, puedes caminar desde la estación Banhof de tren hasta el Museum für Gestaltung (Museo de diseño) por la Ausstellungsstrasse sin que nadie te moleste, y luego dirigirte a las galerías de arte moderno más reputadas de la ciudad, es decir, el Migros Museum y la Kuntshalle, por la larguísima Limmatstrasse, con la total seguridad de que pensarás que estás en una ciudad fantasma, sensación que no desaparecerá una vez entres en los museos, ya que con mucha probabilidad serás el único visitante de los mismos. En el museo de diseño había una exposición titulada Stuhl Haus Stadt que debe significar algo así como la ciudad casa silla, en la que se presentaban los trabajos que los arquitectos Haefeli, Moser y Steiger realizaron en pleno siglo XX en Suiza y cuya actividad contribuyó al establecimiento del modernismo en el país. Obras a destacar serían: el Universitätsspital Zurich y el Zur Palme, dos edificios que ayudaron a que la arquitectura suiza tuviera cierto reconocimiento fuera de sus fronteras. En el Migros Museum había una exposición bastante interesante de Rachel Harrison, "Voyage o f the beagle", donde la artista neoyorkina combina fragmentos de cultura pop con hand-made, y esculturas que encuentran su sitio dentro de instalaciones. Sin embargo lo más sorprendente se encontraba en el mismo edificio, en la sala Kuntshalle que albergaba una exposición de la norteamericana Jennifer Allora y el cubano Guillermo Calzadilla. La muestra estaba compuesta por cuatro obras: dos en forma de video arte, una escultura-instalación, y una instalación llamada Wake up que daba más susto que otra cosa. El primer video titulado "Returnig to sound"(2003) fue realizado en Vieques, Puerto Rico, una isla donde hace 60 años los americanos y la OTAN realizaron ejercicios militares de explosivos. En él, Homar, un activista y desobediente civil (?) recorre la isla poblada de explosivos con una moto a la que le ha acoplado un trombón en el tubo de escape. Se adentra en zonas de alto peligro pero él va admirando el paisaje como si nada. Yo pensé que el tipo iría a tomar viento de un momento a otro pero lo cierto es que llegó al final de su recorrido intacto. El otro video se llamaba "Unrealizable goals"(2007) y es de nuevo un video protesta realizado en Kitakyushu, Japón, considerada la aparente contradicción del derecho japonés al rearme mientras sigue vigente su constitución pacifista. Imágenes de gran belleza y también de gran ofuscación, con un tipo tocando la trompeta ¿encima de unos árboles? Bueno, ya sabemos que esto del video-arte tiene sus licencias poéticas, es decir, cuanto peor se vea y más absurdo sea todo, mejor. La escultura "Clamor" de 2006 presenta una especie de búnker del que sale un ruido cacofónico donde se adivina una banda de música tocando música de guerra -como himnos de resistencia del Viet Cong- y un grupo de rock -Twisted Sister entre ellos. Eso es todo, no me pregunten nada, gracias. En Wake Up los artistas te introducen en una especie de pasadizo claustrofóbico donde resuenan unos sonidos infernales, al principio te hace gracia y luego empiezas a temer lo peor. Cuando llegas al final una pantalla luminosa exhibe unas declaraciones inconexas que no llegué a descodificar.Con la sensación de que mi vida iba a peor -pero que mi status cultural subía enteros a pasos agigantados- salí de aquellas dos salas. Estaba adentrándome en terrenos muy complejos, el de la creación contemporánea. Para intentar aliviar mi eventual estado de angustia y terror me fui a la otra punta de la ciudad, cerca del Zurich Horn Park, a disfrutar de la exposición Jugendstill l'air d'un temps en lo que significaba la reapertura del Museum Bellerive. No estaba Klimt pero sí estaban Frida Hansen, Tiffany, Morris, Gallé, Henry van de Velde y otros. Una exposición modesta y agradable, lo que me llevó al siguiente pensamiento: la exposición era inútil en sí, ya que en ese punto y hora yo ya estaba convencido de que para que la cultura hiciera efecto en nuestro organismo éste debía superar pruebas hostiles y disparatadas, de forma que cualquier cosa que representara un disfrute no formaba parte más que de una cultura de masas, absurda y vacía.

lunes, julio 09, 2007

Historias de Zurich (2): La máscara funeraria




 
El museo Rietberg es el museo etnológico de Zurich dedicado al arte oriental, africano, de Centroamérica y Oceanía y se encuentra distribuido entre la villa Wesendonck -donde Wagner compuso su Tristan e Isolda- y el Park-Villa Rieter, dos palacetes rodeados de extensos jardines y ubicado en pleno centro de la ciudad, de forma que cuando uno entra allí parece como si hubiera dado un salto en el espacio -y en el tiempo, a tenor de las antiguas obras maestras allí expuestas- y se encontrase en uno de sus sueños preferidos. Tuve la suerte de que recientmente han ampliado la sede del museo creando una extensión con salas nuevas en la villa Wesendonk y una entrada en forma de sala de cristal llamada Emerald que es una maravilla. El edificio principal es la villa Wesendonk y es allí donde reside la mayor parte de la obra expuesta con colecciones de India, Pakistán, Himalaya y Tibet, sur de la India y sudeste asiático, Indonesia, Alaska, Centroamérica, México, Perú, Oceanía y una colección de ¡máscaras suizas! del valle Lötsch. En las nuevas salas encontramos las colecciones dedicadas a China, Japón, Congo, Gabón, Camerún, Nigeria, Costa de Marfil y Mali. En esta parte del museo se encuentran también las salas para exposiciones temporales. Cuando yo estuve había dos exposiciones realmente excepcionales: una llamada "Tesoros del emperador Liao" y otra con el bonito nombre de "Hilos de vida: tejidos del antiguo Perú". En el Park-Villa Rieter se encontraba una increíble exposición de pinturas indias, la colección Rudolph Schmidt de Bronces de Luristán, pinturas iraníes, caligrafía islámica de Irán e Iraq, tejidos de Egipto, y la colección Rudolf Akeret de alfombras orientales clásicas de Irán y Turquía.
Cuando entré en el museo no podía imaginar que tardaría cinco horas en salir de allí. Me deleité con las esculturas indias en sus secciones "La vida de Buda", "Los orígenes del arte budista", "Templos: ritual, arte y erotismo", "Jains: precursores victoriosos", "Una procesión de dioses", "Shiva Nataraja: el bailarín celestial" -aunque a veces parece más bien una bailarina, "las olas de energía que envía desde el cosmos están representadas por el círculo ardiente, aunque su figura parece vibrar con energía, su rostro aparenta una serenidad inamovible, alejado de los asuntos del mundo"-, y terminando en la misma sala 28 con "Himno a Shiva". No obstante cuando pensé que realmente había llegado al paraíso fue cuando entré en las salas de arte chino "Vasijas de bronce para ofrendas de sacrificio a los ancestros", "El comienzo del imperio y la dinastía Han", "Budismo en China", "La dinastía Tang: esplendor y exotismo", "La cueva templo de Tianlongshan", "Guanyin, el Bodhisattva de la compasión" -nombre que significa el observador de los llantos del mundo", la colección Uldry "Esmalte cloisonné: colorido y esplendor", la extraordinaria colección Drenowatz de pinturas a tinta. Mención especial merecen también las secciones de arte japonés, con sus magníficos grabados, y máscaras de teatro Noh (colección Reinhart), y la sala de arte budista japonés. En la sección de arte africano pude apreciar cómo las máscaras de Guinea, Burkina Faso y Costa de Marfil me recordaban continuamente a Picasso y sus señoritas de Avignon. También me quedé maravillado por las exquisitas pinturas indias del park-villa Reiter, pensé en aquellos momentos que eran las pinturas más hermosas que yo había visto en mi vida, se trataba de una exposición llamada Pinturas de corte desde la India, como dice el catálogo de exposiciones temporales del Rietberg: "Los artistas indios produjeron magníficas pinturas sobre papel para los emperadores Mughal y la princesa hindú de Rajasthan y la región montañosa del Himalaya occidental. Esas pinturas ilustran no sólo temas religiosos y poéticos sino también reuniones aristocráticas, cazas, recitales de música y todo el esplendor de la corte". Pinturas que abarcan desde 1450 hasta 1850. Por último querría comentar un poco de la exposición de Liao. La dinastía Liao gobernó el norte de China alrededor del año 1000. Recientes descubrimientos arqueológicos que incluyen la ropa funeraria de la princesa de Chen nos enseñan lo extraordinaria que fue esta cultura. Se proyectaba un documental realmente interesante del cual no me enteré de nada pues estaba en alemán pero como se estaba fresquito permanecí más de veinte minutos contemplando sus imágenes. Desde luego lo más impresionante de la muestra eran las dos máscaras funerarias doradas. Aparte de la obra expuesta el museo tiene unos fondos realmente impresionantes que también pueden visitarse. Es decir, agolpados en vitrinas y perdidas entre pasillos que simulan un laberinto de arte antiguo sin fin se pueden ver multitud de figuras que bien podrían conformar otro museo de las mismas dimensiones y calidad que el existente.

Ésta es la web del museo:http://www.rietberg.ch/

Próximas exposiciones: ANGKOR (19-8 a 2-12 de 2007), una muestra que por lo que he visto en publicidad impresa promete ser una maravilla.

viernes, julio 06, 2007

Historias de Zurich (1): Giacometti.


Aufbruch zur avantgarde.

Esto no es un blog de viajes, tan sólo pretende ser un blog para aficionados al arte. Pero cuando uno hace turismo cultural (en realidad una tapadera para atrapar vampiros y seguir la estela de Kate Beckinsale) la cosa se complica y el blog puede aparentar lo que no es o al menos lo que no pretende ser. Llegué a Zurich tras 36 horas de viaje y dos noches sin dormir -no hay nada como unas vacaciones para descansar del estrés laboral. Tras recorrer a pie cuatro kilómetros buscando el hotel y admirar las calles desiertas de la ciudad a primera hora de la mañana empecé a cuestionarme si realmente Zurich era la ciudad de los vampiros y si yo tenía una misión en este mundo diferente a la de hacer el ridículo con cada idea que me venía a la cabeza. Después de asearme y de cambiarme de ropa me fui directo a la Kunsthaus, el Museo Nacional de Suiza, es decir, la galería más importante del país. Allí me esperaba un exposición sobre Giacometti que por sí sola justificaba tan largo viaje. Esperaba largas colas para entrar ya que era miércoles y ese día de la semana el museo ofrece entrada gratuita. No es que no hubiera cola de turistas ávidos de cultura y conocimiento artístico de primera fila, es que no había ni un alma. Entré dudando de si me habría equivocado de edificio. Bueno, el museo es una maravilla. La exposición de Giacometti guardaba varias sorpresas como por ejemplo un autorretrato de 1921 de aires cezannescos, o unas composiciones en bronce tituladas Manos de 1927 que presentan una morfología cubista y un equilibrio increíbles, además de sus típicos retratos recurrentes en los que los rostros de los retratados quedan desdibujados por las miles de correcciones efectuadas, en definitiva, desdibujados por el exceso de dibujo, y además de sus figuras desgarabadas y simpáticas que "caminan" por las salas como si la historia no fuera con ellas. Una exposición muy completa que me dejó la sensación de que el mejor alimento para el ser humano -no había comido desde el día anterior ni dormido en dos días- es claramente el espiritual. Por lo demás el museo alberga una colección espectacular de toda la historia de la pintura, pero donde habría que mencionar sobre todo a los suizos Füssli, Hodler y Böcklin, más por cuestiones patrióticas que de mérito artístico. Muy llamativos me resultaron los cuadros de Cy Twombly (foto izquierda) que como siempre, me dejaron huella, y también fue una sorpresa encontrarme con unos nenúfares de Monet (foto abajo), el gran genio, que me retrayeron ineludiblemente al museo Orangerie de París. Conforme recorría solitario las salas de arte contemporáneo una señora caminaba préstamente y emitiendo unos bufidos al parecer incontrolados a la vez que hacía gestos de desaprobación con ambos puños. La vi pasar varias veces por mi camino y en alguna ocasión llegué a asustarme ya que temí un ataque esquizofrénico sin duda provocado por la inaptabilidad a masivas muestras de belleza. Finalmente los guardias de seguridad la persiguieron por todo el museo y desconozco el fin de esta anécdota, pero todo parecía indicar que aquel museo se hallaba vacío por dos causas, una porque a la gente le importaban un pito las maravillas que allí se escondían, y otra porque la gente a quienes le interesaban esas maravillas sabían del riesgo que existía de enloquecer paseando por sus salas. El título de la exposición de Giacometti era sintomático: En camino hacia la vanguardia, o punto de partida hacia la vanguardia. Como si lo que precede inmediatamente a la vanguardia no fuera aún vanguardia, como si ese camino proviniera de formas de expresión aceptadas hasta que llega el momento en que se convierten directamente en vanguardia, es decir, Giacometti convivió artísticamente con esa disyuntiva, en esa frontera mejor dicho, se dirigió a la vanguardia toda su vida, su campo de acción fue ese camino, como si la propia transición fuera el objetivo artístico, un desprenderse sin desprenderse del arte oficial, y por eso su obra siempre será novedosa y perturbadora.