martes, septiembre 18, 2007

Los años oscuros de Antonio Saura.



A finales de los años 60 el pintor Antonio Saura, fundador del grupo El Paso en los años 50, abandona la pintura al óleo para dedicarse en exclusiva durante 10 años a la obra gráfica. "El papel es un soporte mucho más inmediato, la reacción del pintor frente al papel es mucho más directa, más inmediata que frente a la tela, que es un soporte más hosco y más difícil de tratar. El papel es mucho más amable, permite ese contacto directo, ese reflejo automático entre la imagen mental y la realidad patente de lo que se va reflejando poco a poco, gradualmente, en este trabajo", dijo posteriormente Saura. Sin embargo su camino artístico es el mismo que hasta entonces, "Crucifixiones", "El perro de Goya", "Retratos imaginarios", etc..., lo único que ha cambiado es el soporte "lo importante son las imágenes que el pintor vuelca en un soporte determinado", había dicho Saura. Esta idea es muy interesante, y realmente práctica, ya que no es lo mismo trabajar con un bastidor, realizar la imprimación, inhalar disolventes, esperar secados, mancharte -lo que en resumidas cuentas es lo peor, mancharte de pintura todas tus camisetas de iron maiden- que hacer un garabato en un papel y dar por concluida la obra, me pregunto qué hubiera dicho el Papa Julio II cuando en 1508 encargara a Miguel Ángel la decoración de la capilla Sixtina, "no pasa nada, voy a hacer unos garabatos en el papel y los colgamos del techo con chinchetas, lo importante son las ideas", "bueno sí, está bien, pero no es eso, tú pintas al fresco toda esta capillita en cuatro años y punto". Algo tuvo que pasar por la cabeza de este genio para que dejara de lado tan drásticamente la creación en lienzo, ¿se enfadó con su distribuidor de telas?, ¿no le cabían más cuadros en el taller?, ¿era una decisión exclusivamente "artística"? No veo la luz en todo este asunto, es realmente grave que uno de los mayores talentos del siglo "desperdiciara" diez años de su vida dedicados al grafismo. No sé si tendrá algo que ver su identificación con lo monstruoso. Fue en esa época en la que Saura realizó unos aguafuertes para el albúm llamado "Novisaurias", inspirados en las bailarinas del cabaret El Molino de Barcelona. A Saura siempre le gustó jugar con las palabras y con su nombre, de pequeño le llamaban Saurio, como si de un monstruo prehistórico se tratara, y este concepto monstruoso de sí mismo estuvo presente en sus autorretratos -"El monstruo verdadero es aquel que se inventa, aquel que se fragua lentamente o rápidamente en un trabajo a veces vertiginoso, es aquel que se construye como un castillo de cartas, es aquel monstruo que corresponde con la lucha frente a la tela y frente a la imagen para practicar un trabajo intenso y cuyo resultado es una construcción inédita y totalmente fuera de la realidad objetiva, de la realidad que nos rodea"- donde buscaba la horizontalidad en una disposición horizontal atípica del lienzo, lo que le obligaba a buscar nuevos espacios en la tela, nuevas respuestas a cuestiones de composición: "Esta característica -el lienzo en horizontal- trajo consigo no solamente la posibilidad de poder practicar la distorsión de la imagen de forma extremosa, sino también la acentuación del aspecto bidimensional de la obra y su ambigüedad de objeto eminentemente plástico, precisamente fomentados por la imposición de un formato inhabitual". Vale, vale, tipo genial, vale que te retrates como a un monstruo, vale que digas que lo importante no es el parecido -eso es evidente viendo tus cuadros, por dios-, vale que el retrato sólo sea una cara repleta de signos -aunque en Autorretrato de 1989 pintaras un cuello a esa cabeza grotesca y deforme, ¡vaya fallo!-, y que llenes el espacio pictórico con action painting y violencia gestual y negros y grises, e incluso que digas: "Al llegar el momento de obrar (!), el pintor se convierte en el ser más desamparado del mundo, desnudo como al nacer frente a la vida, encerrado en su cámara hermética, cortado al universo exterior, frente por frente a la nada de la tela en blanco. Sabe que es ante todo una superficie que es preciso rellenar con algo para que pueda convertirse en cuadro, una renovada aventura que no se sabe adónde conduce", venga, venga, no es para tanto, que sólo es pintar. Es como si el terror se apoderara del "monstruo Saura" al estar frente a la tela blanca -¿acorralado por su propia monstruosidad?-, quizás por eso abandonara los lienzos durante diez años, un paso que dio justo después de realizar una quema de cuadros que no le satisfacían del todo, perdiéndose para siempre una cantidad de obras -¡centenares!- que uno no se atreve ni a reconocer como posible: "Eran cuadros que no respondían a un hallazgo de tipo pictórico, a la técnica. A mi me gusta la pintura espontánea, si ese cuadro resulta muy trabajado no me interesa. Prefiero que el espectador tenga la sensación de que el cuadro ha sido hecho muy rápidamente, muy deprisa, casi sin esfuerzo". Yo creo que nunca los llegó a pintar, en realidad pensó: "cielos, cómo esposible que no haya dado ni golpe en todos estos años, ya está, voy a decir que he quemado varios cuadros de gran valor pictórico, qué digo, diré que he quemado decenas de obras valiosísimas, no, ... ¡centenares de obras prodigiosas de dimensiones monumentales!, todo en una ataque fatídico de mi insatisfacción genial, pero ahora, ¡qué haré a partir de entonces?, ya está, me dedicaré a la obra gráfica, pretextando que es el modo más directo de encauzar el hallazgo creativo, jeje soy un genio". Fuera de broma, este artista fue increíble, su obra nos encoge el alma, y a su tumba se llevó el secreto de su extraña decisión artística.