domingo, octubre 10, 2010

Memorias biográficas de pintores extraordinarios, William Beckford




"No se ha logrado obtener permiso para mencionar siquiera el particular de la edad a la que escribió su autor estas piezas." Indica el editor John Lettice en el Aviso a la primera edición fechada en 1790.
Así de misteriosa comienza esta edición de 2008 de clásicosextopiso.
Bueno, ustedes dirán, ¿pero qué es esto? Resulta que un joven inglés de familia económicamente bien dispuesta -aunque no se asegura, sí se sugiere que el autor podría tener entre 16 a 18 años cuando escribió estas biografías-, se dedica a escribir ficticias biografías de pintores con el objeto de que su ama de llaves tenga algo que contar a los visitantes de la galería pictórica existente en su casa. Yo esto no me lo creo mucho, pero bueno, ésa es la leyenda. Lo cierto es que Beckford inaugura un género que realmente no ha sido muy cultivado -a pesar de que se citan seguidores como Marcel Schwob o Borges-, y es el de las biografías inventadas. ¡Hombre, sí, claro, ese género tan popular! se reirán de mi los lectores. Y no deberían hacerlo, porque si algo tienen las vidas de los artistas es que su grado de realidad les hace atravesar la frontera de la misma adentrándose a veces en terrenos más propios de la ficción que de la realidad. Que ¿qué quiere decir esto? No lo tengo muy claro pero me quiero referir -puede que sin conseguirlo- a esa sensación de extraordinaria historia que nos invade cuando leemos las biografías de Caravaggio, Goya, Picasso o van Gogh. Uno se pregunta, vamos, esto pone a inventárselo alguien y no se lo cree nadie. Así que caemos en el tópico de que la ficicón nuca podrá igualarse a la realidad. Entonces, estas biografías, ¿son tan disparatadas? En absoluto, son absolutamente creíbles. Si bien en algunos momentos se adentran en un ámbito más fabulatorio que otra cosa.

Primer pintor: ALDROVANDUS MAGNUS.
Ya desde el principio se muestran las intenciones de Beckford, ha creado un genio: "...aun cuando los Van Eyck se hicieron acreedores de la admiración de toda Europa, los más avezados en el empleo del color conceden unánimemente a Aldrovandus el mérito de haberles sobrepasado en todos los sentidos.". El uso de aceite de nuez en sus barnices confieren un extraordinario brillo a sus obras. Nació en Brujas en 1473. La aparición de un discípulo de Van Eyck, Jean Hemmelinck, en el cual no podemos sino identificar a la figura de Hans Memling (1430-1494), lo introducirá en la vida artística ya que lo tomará como discípulo tras descubrir unos prometedores dibujos en una visita casual a su padre. Beckford describe el cuadro que pintó en memoria de la princesa Ferdinanda Joanna María quien dijo de su Moisés y la zarza en llamas"¡Mamá! No tocaré yo esa zarza, no sea que me queme los dedos.", tal era la veracidad de la obra: "Representó los cielos de par en par, y la Santísima Virgen ataviada con un suntuoso ropaje de azul de ultramar, sentada como es costumbre a lomos de la vieja serpiente, a cuyas escamas dio una horrible naturalidad. Mercurio, una licencia poética, fue colocado juiciosamente en un extremo, con el brazo extendido para recibir a la infanta ascendida desde la ciudad de Praga. Iba envuelta en una estola de color azafrán, que parecía flotar de un modo natural, suspendida en el aire, a tal punto que un espectador bien podría haber jurado que la henchía el viento en todos sus bellos pliegues. Por encima se veían a los dioses y las diosas, los santos y los ángeles. Abajo aparecían los bosques y las agujas doradas de las torres, ninfas, faunos, dríades y hamadríades, engalanados todos al clásico modo, con símbolos y emblemas. Esta obra maestra le valió la estima sin tasa de Podebrac y de toda la corte, a lo que es preciso agregar una cadena de calabrote con el retrato del duque y una bolsa que contenía mil monedas de oro."
Otros capítulos son:
2. Andrés Güelfo y Og de Basan, discípulos de Aldrovandus Magnus.
3. Sucrewasser de Viena.
4. Blunderbussiana.
Y 5. Watersouchy, del que Beckford cuenta "Habida cuenta de su feliz disposición de ánimo no es de extrañar que hiciera grandes progresos, ni tendría que asombrarnos que Gerard Dow, al cabo de un año de estudio, le permitiera acabar algunas partes de sus mejores producciones."

Aquí vemos cómo Beckford mezcla ficción y realidad, pintores inventados con pintores reales. Gerar Dou, también llamado Gerrit Dou o Dow, nació en Leiden en 1613, ciudad donde murió igualmente en 1675. Según cuentan Prater y Brauer "se formó con su padre, pintor sobre cristal, y luego con un grabador en cobre llamado Bartholomeus Dolendo". ¡Increíble! Nos parece estar leyendo una nueva memoria de Beckford, la formación con su padre que tiene la maravillosa profesión de pintor sobre cristal, un grabador llamado estrafalariamente Dolendo, son detalles que parecen provenir del propio libro de Beckford. Sigue la biografía -la verdadera de Dou, ya nos alejamos de Beckford, aunque no lo parece-: "después (...) estuvo de 1628 a 1631 con Rembrandt, que apenas contaba 22 años. De Rembrandt adoptó el claroscuro, la representación de espacios interiores iluminados parcialmente, con velas y lámparas. Permaneció toda su vida en Leiden, rechazando incluso la llamada a la Corte del rey Carlos II. " Todo muy beckfordiano. Bueno, tenemos el antecedente de Vasari y sus vidas de artistas del Renacimiento, muchos de cuyos detalles tienen más de ficción que de realidad según van demostrando los estudiosos.
Yo nunca había escuchado hablar de William Beckford, así que cuando mi hermano se presentó con este libro como regalo para mi cumple me quedé un poco sorprendido. Ahora estoy leyendo Libro de réquiems de Mauricio Wiesenthal, una especie de colección de biografías de grandes personajes de la literatura y la música sobre todo, como Goethe, Rilke, Beethoven... Pues ya ha aparecido este Beckford en no menos de tres ocasiones .Por ejemplo, en el capítulo dedicado a Lord Byron: "Durante dos años, hasta el verano de 1811 Byron se dedica a recorrer el mundo: Lisboa, Sintra -donde visita al fabuloso palacio del Monserrate, que guarda tantos recuerdos de Beckford-, Sevilla, Cádiz, Malta, Delfos, Atenas, Tebas, Troya, Constantinopla -donde cruza a nado el Helesponto- y Gibraltar. "

Cuando estuve en Sintra visité el Palacio Nacional, pero no pude llegar al Palacio da Pena, el más bonito de los dos, ese que tiene apariencia de exin castillo y de cuento de hadas. Sintra es una ciudad mágica, maravillosa, pensé que podría retirarme allí cuando el Gobierno dejara jubilarme (a este paso creo que a la edad de 80 años), así que me hizo ilusión que Beckford hubiera vivido allí. Tampoco Paul Auster pudo resisitirse al embrujo de esta ciudad, donde rodaría su irregular segunda película como director La vida interior de Martin Frost. Busqué ese palacio de Monserrate, estaba a 4 km de Sintra, y parecía una auténtica casa de cuento. Fue en 1794 cuando Beckford alquiló la vivienda. Él la reformó y reconstruyó los maravillosos jardines, incluyendo un crómlech. Allí estuvo sólo un año, y es en 1809 cuando llega Lord Byron y se lamenta del mal estado de la propiedad, abandonada a su suerte después de la marcha de Beckford.

Al terminar el libro de Beckford pensé en hacer un comentario típico, resumiendo un poco las vidas de los pintores imaginados, incluso pensé que quizás podría encontrar referencias verídicas, y para los cuadros descritos también. Pero luego el comentario fue tomando su propio camino, apareció Dou, el propio Beckford, Wiesenthal, Sintra. Espero no haber aburrido con esta atípica reseña.

Nota: ante la inexistencia de cuadros de estos pintores extraordinarios, he colgado uno de Dou, su famoso La mujer hidrópica, de 1663, en el Louvre, y una foto del palacio de Monserrate en Sintra.