domingo, junio 30, 2013

Leonardo en Amboise.

Estoy en el Chateau Royaux de Amboise (6/6/13). Vine esta mañana en tren desde Orleans. Recorro el valle del Loira. Soy un alma errante, un vagabundo cultural. Busco las huellas de un artista. Nada más entrar en el recinto voy a la capilla de san Huberto, patrón de los cazadores. Construida en 1493, situada en el espacio exterior del recinto, junto a las murallas y destinada al uso privado de los soberanos, la capilla es de estilo gótico flamígero. Aquí está la tumba de Leonardo da Vinci. En la penumbra del lugar -me resisto a hacer una foto, no quiero molestar al anciano maestro-, le hago una pregunta al pintor-arquitecto-ingeniero-inventor-dibujante: ¿Por qué no pintaste en Amboise, Leonardo? ¿A qué te dedicaste durante tu estancia francesa?, pregunto en voz baja, de forma retórica. Cuando me marchaba -ya veía venir hacia un grupo de turistas con gorros blancos y pantalones cortos- oigo a modo de susurro, más allá de las tinieblas: "¡Ah, Kovalski! No es fácil responder con acierto, tantas fiestas en la corte, tantos inventos, esas maquinas que me traían de cabeza..., ¿cuándo pintar?" Por unos momentos me apiadé del genio y me vi aliviado de no poseer talento alguno, ¡qué responsabilidad más insoportable!, me dije, y encaminé mis pasos al sentido de la visita, intramuros. Luego iría al otro castillo de la ciudad, el Clos Lucé, donde estuvo alojado Leonardo, e intentaría descubrir el porqué de su inactividad artística en esos años.
Château du Clos Lucé
En la primavera de 1516 Leonardo se instala en el castillo de Cloux, en una población del valle del Loira, Amboise, invitado por el monarca francés Francisco I. Esta construcción se conoció como Cloux hasta el siglo XVII, luego adoptó la denominación actual de Clos Lucé. Fue edificado en 1477 en ladrillo y piedra y consta de dos cuerpos en ángulo recto sorteando a una torre octogonal intermedia. Allí pasa Leonardo los últimos tres años de vida. Vasari explica cuál pudo ser uno de los motivos por los que Leonardo aceptara la invitación del monarca francés. "Había un enorme desprecio mutuo entre Miguel Ángel Buonarroti y él. Debido a esta competencia Miguel Ángel se fue a Florencia con el permiso del duque Julián, llamado por el Papa para la fachada de San Lorenzo (en 1516). Al enterarse Leonardo partió rumbo a Francia, donde el rey, que tenía obras suyas y le quería mucho, deseaba que pintase el cartón de Santa Ana". El rey le dio libertad para que "realizara todo lo que su genio fuera capaz de producir". Sin embargo Leonardo no se encontraba bien, debilitado por su avanzada edad, participó en la organización de fiestas de la corte (fue muy famosa la Festa del Paradiso; también tenemos un documento de mano de Galeazzo Visconti que relata en una carta el espectáculo de magia dado por Leonardo en Clos Lucé el 19 de junio de 1518: "El patio estaba cubierto con una gran tela azul cielo y aparecían representados los principales planetas, el sol por un lado y la luna en el lado opuesto (...) Había 400 candelabros de dos brazos y, tan iluminados, que parecía que la noche había dado paso al día") e hizo estudios de hidrografía en la región como comunicación de las viviendas regias con vías de agua, acondicionamiento del curso del Loira y desecación de humedales de Sologne. Allí, en Sologne, estuvo ideando un castillo en Romorantin. También se le atribuye el primer boceto del castillo de Chambord. Se piensa que Leonardo inspiró la Torre del homenaje con su escalera de doble revolución, constituida por la unión de dos escaleras de tornillo que giran alrededor de un núcleo central hueco. Según el folleto del castillo, dos personas que recorran cada una un vuelo de escalera podrán verse por las aperturas pero no se cruzarán jamás. También es muy innovadora la planta con cuatro vestíbulos en forma de cruz alrededor de la escalera.
Francisco I nombró a Leonardo Primer pintor, arquitecto e ingeniero del rey: "Puso a su disposición su residencia, le concedió una renta principesca de 700 escudos de oro al año y financió sus obras, solo le pidió a cambio el placer de escucharle conversar, placer que disfrutó casi todos los días. Rodeado del afecto ferviente del Rey  y de su hermana Margarita de Navarra, Leonardo tiene libertad para soñar, pensar y trabajar".
Leonardo atraviesa los Alpes a lomos de un de un mulo y en compañía de su discípulo Francesco Melzi tras aceptar la invitación real. Se lleva consigo algunas de sus obras. El testimonio del secretario del cardenal de Aragón en su visita a Clos Lucé refiere "el cuadro de una dama de Florencia pintado al natural por encargo de Giuliano de Médicis". Vasari cuenta: "Hizo para Francesco del Giocondo el retrato de su mujer Mona Lisa, y, a pesar de dedicarle los esfuerzos de cuatro años, lo dejó inacabado. Esta obra la tiene el rey Francisco de Francia en Fontainebleau." Después de una descripción intensa termina Vasari diciendo de la Mona Lisa: "Tenía un gesto tan agradable que resultaba, al verlo, algo más divino que humano, y se consideraba una obra maravillosa por no ser distinta la realidad." Junto a la Gioconda, Leonardo no se separa de la Virgen y el Niño con Santa Ana y tampoco de San Juan Bautista, que según parece terminó de pintar en Amboise. También es posible que el cuadro de la Virgen y Santa Ana (hoy en el Louvre, y cuyo cartón -que se encuentra en la National Gallery de Londres aunque algunas fuentes indican la Royal Academy- menciona de Beatis más arriba) lo terminase en Clos Lucé, una pintura que a su muerte fue llevada a Italia donde finalmente la compraría el cardenal Richilieu.
De cualquier forma Leonardo no empleó su estancia francesa en la concepción de nuevas obras maestras de la pintura -una pena, demonios. Cuenta Estrella de Diego en su monografía sobre el de Vinci que en los últimos años la salud del maestro se vio marcada por un empeoramiento progresivo, seguramente afectado por algún tipo de parálisis, y documenta esta idea con el informe de Antonio de Beatis, el Secretario del Cardenal de Aragón anteriormente citado, quien da noticia del estado de Leonardo de la siguiente forma: "Pero nada más de esa calidad se puede esperar de él debido a su parálisis, que ha atacado en gran medida su mano derecha. Un milanés, que él ha educado y pinta excelentemente, vive con él."
Aquí detecta de Diego alguna incongruencia, como el hecho de que Leonardo fuera zurdo (circunstancia que certifica Gombrich en su Historia del Arte de manera irrefutable: "Era zurdo y cuidó de escribir de derecha a izquierda de modo que sus notas sólo pueden ser leídas con mediación de un espejo"), por lo que la inmovilidad en la mano derecha  no debiera ser impedimento para pintar. También llama la atención de Diego acerca de la actitud de los críticos con respecto a la dudosa excelencia de los alumnos de Leonardo. En este caso creemos que de Beatis estaba hablando de Melzi.
Manejamos entonces varias teorías sobre la casi nula actividad pictórica de Leonardo en sus años en Amboise: los asuntos de la corte y los proyectos hidrográficos le tenían demasiado ocupado; la enfermedad le dejó inutilizada la mano (no sabemos ya cuál de las dos); y a estas dos habría que añadir un epígrafe de no menor importancia: Leonardo no pintó mucho en realidad en ninguna época de su vida (relata Gombrich: "Comenzaría un cuadro y lo dejaría sin concluir a despecho de los requerimientos urgentes de quien se lo hubiese encargado. Además, declaraba insistentemente que era él quien tenía que decidir cuándo podía considerarse concluida una obra, y no la dejaba salir de sus manos si no estaba satisfecho con ella"). Bien por su afán de perfeccionismo (escribe Vasari: "A pesar de su dominio del arte, empezaba muchas obras y no acababa ninguna, porque le parecía que la mano no podía añadir a la perfección del arte nada más de lo que él concebía, bien entendido que ideaba con la mente dificultades tan maravillosas que con las manos, por muy diestras que fueran, no las podría haber expresado jamás"); bien por su arriesgados métodos técnicos (el encargo para la Sala del Consejo Mayor con el mural de La batalla de Anghiari se vio truncado por un mal procedimiento, si bien hay que fiarse de Vasari, cosa difícil de hacer teniendo en cuenta que ¡fue él mismo quien se encargó de pintar sobre esa misma pintura de Leonardo en 1563!; algo parecido, aún resiste, le sucedería a La última cena, en Santa Maria della Gracie en Milán, hoy día condenada a la extinción); bien porque dedicaba excesivo tiempo a sus ocurrentes maquinaciones, construcciones militares y civiles, estudios anatómicos, etc..., lo cierto es que la obra que nos llegado de este genio del Renacimiento es más bien escasa.
Llego a Clos Lucé, hace un calor sofocante y he tenido que subir una cuesta que no esperaba. Mi idea es perderme por los jardines (Parque Leonardo da Vinci), comer algo y descansar a la sombra de algún tejo tóxico, luego tomar un café y finalmente visitar el castillo, pero descubro con pavor que esto no es posible, a los jardines no se puede acceder si no es previo paso por el castillo según el itinerario oficial.
La muerte de Leonardo. Ingres.
En la habitación de Leonardo da Vinci hay restos de pinturas murales, quizás obra de Leonardo o en su defecto de Melzi. Desde su habitación Leonardo podía ver el castillo real de Francisco I, a escasos 400 metros de Clos Lucé. En esta sala se puede ver un cuadro de Ingres que representa a Leonardo en su lecho de muerte siendo asistido por el Francisco I -Vasari así lo relata aunque los expertos sostienen que no es muy probable que Francisco I estuviera presente en la agonía de Leonardo, me pregunto por qué no es muy probable esto, Leonardo no era un vasallo cualquiera, pero me quedo con la duda. La presencia ingente de grupos escolares me impide acercarme a menos de cinco metros del Ingres. De todas formas me extraña que este cuadro se encuentre aquí pues las fuentes consultadas apuntan al Petit Palais de París, a no ser que se trate de una segunda versión o una copia. Luego veré una reproducción del San Juan Bautista -el original en el Louvre- y eso me lleva a concluir que quizás "el Ingres no sea un Ingres", al menos el Ingres original que pretende ser. En una vitrina hay un retrato de Santa Catalina de Alejandría, de Bernardino Luini, otro alumno de Leonardo. En la cámara de Margarita de Navarra, también llamada Margarita de Angulema y hermana del rey Francisco hay un Retrato de Maximiliano de Austria, abuelo de
Retrato de Maximiliano de Austria. Durero.
Carlos V, se dice que es obra de Alberto Durero. De este artista hay un retrato de Maximiliano de Austria en Viena. Mi recuerdo me dice que el Durero que vi no se corresponde con el del Historisches Museum, pero ya no estoy seguro de nada. De repente dudo de si estoy en el castillo de Leonardo o en el de Tintín (Cheverny-Molinsart), de si Leonardo pintó a Tintín o de si el modelo para el capitán Haddock lo tomó Hergé de un retrato de Carlos V, todo es tan confuso -por favor, olviden todo esto, yo ya lo he hecho-, me digo antes de ser atropellado por un tumulto de colegiales que parecen estar riéndose de mí todo el tiempo. Afortunadamente hice una foto del susodicho cuadro y así he podido comprobar cómo este Durero, que no encuentro en ninguna fuente bibliográfica, no es el de Viena, por lo que deduzco que debe ser un original de Durero y que posiblemente sea esta imagen que he subido una de las pocas disponibles, vaya, me digo, venía buscando huellas de Leonardo y no encuentro expuesto ni un cuadro -esto ya me lo esperaba-, tampoco un dibujo, un garabato, ¡algo original!, sin embargo sí descubro este asombroso Durero, otro gran maestro del Renacimiento. En la planta baja está el oratorio de Ana de Bretaña, una capilla encargada por el rey Carlos VII a finales del siglo XV para su esposa. En ella vemos cuatro frescos pintados probablemente por Francesco Melzi, representan la Anunciación, la Asunción, el Juicio Final y la Virgen de la Luz. También se pueden contemplar una maravillosa iluminaria de Jean Fouquet que representa la Coronación de la Virgen y una reproducción en plata de la Virgen de Donatello. En los salones estilo siglo XVIII se dice que Leonardo terminó su San Juan Bautista, creo que se piensa esto debido a la gran luminosidad de la sala.
En el sótano están las llamadas salas de las maquetas. En ellas se pueden ver los artilugios diseñados por el genio de Leonardo: el primer carro de asalto, el primer automóvil, el puente giratorio, el barco de paletas, la máquina voladora, el helicóptero, el paracaídas, etc...
Uno no debe dejar de recorrer el asombroso Parque Leonardo da Vinci, admirar las ingeniosas construcciones y las explicaciones de su talento multidisciplinar, y sobre todo emocionarse con las evanescentes imágenes de los "rostros de luz", telones con rostros de figuras femeninas leonardescas (dama del armiño, Ginebra de Benci, la Gioconda...) que penden de altos árboles y que son atravesadas por la luz del sol dando lugar a sorprendentes y hermosas apariciones ondulantes.
Leonardo muere a los 67 años en el Clos Lucé el 2 de mayo de 1519.
Kovalski continuará su visita por la ciudad. Presenciará una interesante exposición colectiva de fotos del valle del Loira en la gelidez de una iglesia cercana a la oficina de turismo, se perderá por alguno de sus barrios ideando el mejor camino para llegar a la pagoda de Chanteloup -sin éxito-, se refugiará unos minutos en la iglesia de Saint Denis para ver la figura de la mujer ahogada -que más bien parece un Cristo yacente-, se cruzará con la escultura la tortuga de Max Ernst y, finalmente, antes de volver a Orleans, descansará un rato a orillas del Loira, en plena Ile d´Or, junto a la escultura anónima de Leonardo y con el Chateau Royaux al fondo.

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